Era un lluvioso domingo de diciembre, en el sureste de México. La familia Blas se había esmerado en planear esta celebración con tanto sigilo para no arruinar la sorpresa a la festejada. La expresión en su rostro al momento de su llegada fue determinante: nos aseguró que no esperaba que el motivo de la reunión fuera ella y su alegría nos contagió a todos los asistentes.
Gracias a Delma y su familia por haber compartido con nosotros tan emotiva ocasión! (y con deliciosa botana istmeña para despedir la velada, ñam!)